sábado, 29 de noviembre de 2008

La razón detrás de una obsesión (aspiraciones)

Vivir el presente, olvidar el pasado e ignorar el futuro. Un concepto lamentable e irritante que sugiere resignación. Vivir el presente es algo que no decidimos, nuestro presente se forma con el transcurrir de los minutos, de los segundos. Encogerse de hombros y esperar que los sucesos nos derriben o nos fortalezcan no es una buena alternativa.

Son cobardes aquellas personas que rehúsan plantearse proyectos, visualizar un futuro. Se refugian en las banalidades que nos ofrece la vida, temerosos del fracaso y la decepción, incapaces de afrontar retos que excedan las barreras de lo tangible e inequívoco.

Somos muchos en este planeta, nuestra vida pasa inadvertida ante los ojos de los demás, pero también pasa precipitada y desatinada ante nuestra propia presencia. Somos irreflexivos, incompetentes de asimilar que llevamos décadas viviendo y solo conocemos lo necesario para garantizar seguirlo haciendo, la naturaleza humana. Apáticos a ser distintos. Apáticos a conocer la victoria.

Renunciar a las ambiciones y a anhelos de grandeza nos llena de orgullo, atrevidamente lo asociamos a humildad, no sabemos ocultar lo holgazanes que somos. Algunos pasamos la vida sin recibir una ovación, sin conocer la palmadilla en la espalda que traducida en palabras enunciaría: “eres sorprendente, me alegro de haberte conocido”.

El futuro no es tan oscuro para ignorarlo. No es un juego de sombras dudosas y ciertamente no es tan tétrico como lo solemos ver con nuestra mirada estoica. No asociemos la oscuridad y lo incierto, con el temor y la ignorancia. Más ignorante es aquel que deja las decisiones al destino. Cualquier persona puede representar cualquier cosa bajo luz de la claridad, pero solo cuando el mundo yace engullido por la oscuridad podemos mostrar lo que realmente somos. La oscuridad nos define a todos.

Mucho más grave es olvidar el pasado. Seria cometer los mismos errores en el presente. Las cosas no pasan fortuitamente, son el desenlace de las decisiones que tomamos. El pasado es una señal colosal del camino que debemos elegir. No podemos callar las voces del pasado, el silencio que perduraría sería tan ensordecedor como un grito, no volveríamos a escuchar la armonía de bemoles interpretada por la experiencia. Cada nota una advertencia, cada nota una vivencia.

En una de mis películas predilectas un personaje dice: “Todos tenemos nuestra propia máquina del tiempo, el pasado son los recuerdos y el futuro son sueños”. Creo que ahora lo entiendo. Creo que conocer nuestro pasado y codiciar un futuro es una necesidad imperiosa, una fijación saludable.