martes, 14 de octubre de 2008

La venganza de Rumpelstiltskin parte 3

Las puertas del castillo lucían majestuosas ante la luz de la luna. Una luna incompleta, Insatisfecha. Por momentos, se escondía detrás de las nubes como si supiera con certeza lo que iba a suceder.

Se valió de su magia para entrar en el castillo. De puntillas logró situarse en la habitación del rey sin advertir a los guardias de su presencia. Tiempo atrás solía quejarse de su estatura, sin embargo mientras se escabullía a través de los pasillos del castillo hizo una nota mental: “La grandeza te trae problemas” sonrió al pensar en la ironía de su observación.
Un silencio sepulcral regía en la habitación. Las gruesas ventanas de madera aislaban el recinto real del escabroso sonido producido por insectos y anfibios cuando la oscuridad por fin lo cubre todo. La luz de la luna se escurría por las grietas y creaba un mundo de sombras amorfas que parecían engullirlo todo. Durmiendo plácidamente estaban el rey y la reina. Y en el centro de la habitación, Rumpelstiltskin.

“¿Cómo desvías el cauce de un rio?
¿Cómo podrías cambiar tu destino?
Eres rey, mereces la gloria,
Sin embargo morirás como escoria.
Mi señor,
Cuando la muerte tiene un propósito mayor,
La sangre, que te otorga tu nobleza,
Vaticina lo que apenas empieza.
Un sufrimiento atroz,
Una soledad implacable,
Un duende honorable,
Un Rey con un final lamentable.”


Atravesó el corazón del impávido rey. La sangre pintó de rojo gran parte de su vestimenta. No hubo ninguna reacción del rey, tal y como él lo había previsto.
Rumplestiltskin pensó: “De tu sueño no despertaras jamás”. Observó por un par de minutos la hendidura causada por su espada y al instante introdujo un dedo en la profunda herida. Acercó su dedo manchado de sangre a unos pocos centímetros de su rostro y empezó a reír.
Era una carcajada depravada, maligna. Entre risotadas dijo con entusiasmo: “supongo que no tenias sangre azul después de todo”

La reina se levantó violentamente del lecho real, sus ojos parecían tener vida propia, ansiaban salir de sus cuencas.

“Debo estar delirando,
Mi amado rey descansa en su lecho,
La sangre cubre su pecho,
No he de ser sabia,
Has sido TÚ !Monstruo! El que lo ha hecho.
¡Suficiente mal me has hecho!


Rumpelstiltskin, Maldigo tu nombre,
No tienes conciencia, no eres un hombre.
No tengo miedo, abrígame en sangre
Pero si lo haces,
Resignas al joven príncipe
A vivir sin su madre.”



El duende, muy alegre, arquea una de sus pobladas cejas y le responde:

“ ¿Qué te parece una reina sin su hijo?”

Al terminar su frase, el duende se desplazó a la habitación del príncipe. Y sin dudarlo, empuñó la misma espada que usó con el rey, con la sangre del príncipe tapizó el muro principal de la habitación. Se estaba recreando, lo estaba disfrutando. El pequeño cuerpo del infante quedó reducido en pedazos cercenados sin uniformidad, algunos colgaban de las ventanas y contrastaban con la tonalidad celeste que adornaba la habitación.

La reina entró en el recinto tarde para impedirlo todo. De rodillas comenzó a llorar, pero algo raro había en su voz, una calma impropia al escenario.

“ Rumplestiltskin,
Tu venganza has concluido,
Y crees que has vencido.
Pero en el momento de tu muerte,
Ni siquiera estas consciente.
Todo ha sido un sueño,
Lo ha producido tu mente,
Y que no existe duende,
Que al quebrarse en dos,
Haya burlado la muerte.
¡Despierta!
Estas viviendo un engaño,
Y esta satisfacción que recibes prestada,
El viento escribe y en cenizas se esparce.
Y tú, ahora feliz por condenar,
Sabes que tienes que despertar,
En el sueño de la muerte”


La reina hablaba con sinceridad. El duende despertó y se hallaba en el mismo lugar donde sepultó su pierna en la tierra. Efectivamente su cuerpo eran dos segmentos independientes.
Una lágrima recorrió su mejilla. Sus ojos reflejaron por primera vez un ápice de humanidad.
Intentó articular unas palabras pero no tenía fuerzas. Tenía una apariencia patética, abatida y rastrera. Bajo la mirada inquisitiva de la reina murió Rumpelstiltskin.

1 comentario:

Wooten dijo...

Excelente historia, una perdida que se quede unicamente en la red.